Solo llueve si miras
Cada pregunta es un punto del trayecto. El conjunto de preguntas, un mapa.
Cada pregunta es un punto del trayecto. El conjunto de preguntas, un mapa.
Un sabio dijo una vez que la distracción es la muerte de la creatividad. Escalado al arte, la moraleja podría ser que estamos jodidos.
Tengo una pestaña entera con un icono de marcapáginas — y eso que en la vida real rara vez he dado uso a uno — que sirve como cajón de sastre para guardar en Instagram todo lo que sé que en un futuro podría ser útil, hacerme sonreír o requerir de un análisis más detallado.
El proceso en sí mismo deja que desear: ya en las vísperas al esfuerzo renuncio a él, lanzando al futuro la tarea que pasa a formar parte de una pila gris desdibujada. Últimamente un buen amigo y yo nos sentamos a hablar de la desgana, la relación con una generación de jóvenes y las posibles causas, consecuencias y círculos viciosos.
Si resultase ser cierto que cuando me tumbo descanso menos, ¿podría ser porque dormir sobre tanta información desgaste? Es una respuesta parcial.
Me gustaría ir por partes, porque como Elvis Presley en el final de su carrera, incluso a la hora de vomitar siento que necesito un calendario.
— Despertarse después de una paliza —
Es lo que tiene echarse a dormir la siesta a las seis de la tarde, que sea invierno, Madrid esté oscuro y me duela la cabeza al abrir los ojos porque no son horas.
No reconocería ante un psiquiatra que no me he querido levantar, pero ilusión, lo que se dice ilusión, no me ha hecho. Sin lugar a dudas, lo que más duele es la idea de que se vuelva a repetir y no poder hacer nada ante la tentación de descansar cuando uno quiere escabullirse.
Mi análisis no cubre solamente las cabezaditas a deshora, también la sensación de cansancio generalizada.
Las malas épocas tienen todas un distintivo: podrías echarte a dormir a cualquier hora y te parecería bien.
¿Qué otras diferencias existen con una etapa saludable?
La falta de atención, por ejemplo, es aún algo sin determinar, podría ser una enfermedad endémica, terminal, o un pasatiempo de nuestro cerebro adaptándose a los nuevos tiempos.
Estos pensamientos — dormir, falta de foco — se enquistan también en lugares tan reconocibles para el público como el metro al volver de la oficina: la hora punta, el estrés y el reducir el espacio personal a la vertical que ocupa un cuerpo, que han hecho que o dormir de más o soñar con vivir en una ciudad pequeña sean las alternativas a plantear para un medio plazo.
Tengo en cuenta algo que el resto parece pasar por alto: soy consciente de que mi energía como persona de 26 años es elevada, a pesar de los puntos anteriormente expuestos, y pasará a la historia dentro de no tanto tiempo. Para entonces me gustaría haber acumulado ciertas decisiones pacíficas que cuiden de mí. Reciclando la expresión que utilizarían los gurús digitales —personas que merecen un libro aparte — dejaré que mis (inver)decisiones generen paz pasiva mientras duermo.
— Qué soy si no soy productivo — y cómo cerrar pestañas del navegador —
Miro el calendario y recuerdo cómo de organizado he sido siempre. No necesariamente un durísimo trabajador, pero sí uno organizado. Me gustan los colores, me compraría un ábaco para sumar las facturas de la luz si el casero las mandase en plazos fijos.
Y aún así, no puedo evitar mirar los huecos como algo que duele llenar, y observar el contraste con mi falta de motivación, atención, concentración y euforia.
Hay horas sueltas que no han sido rellenadas por nada, ni clases de idiomas ni culto al cuerpo, ni citas con amores a los que rezo, ni amigos que avisaron del plan con antelación. Horas sueltas en mitad de una semana en la que podría estar en casa y hacer lo que me viniera en gana, descansar y dormir esa siesta maligna que hace que me despierte en un capítulo anterior con la cabeza embotada.
Pero: ¿Qué es “lo que me dé la gana”? ¿Qué significa descansar?
¿Por qué siento que hacer algo debería sentirse productivo y poder estimarse en plazos proporcionales a media hora?
¿He consumido demasiada información sobre el rol del Scrum Master?
Estimar bloquea, eso es a lo que he llegado sin ayuda. Ahora la necesito para seguir, pero no me concentro. Querer dejar la medalla en la vitrina no es lo mismo que querer hacer, se lo tengo dicho a mis ciento y pico películas del watchlist de letterboxd. Hay que tomar decisiones para el ya de ya sin mirar la hora, por lo menos si se quiere dejar de contribuir a la espiral de sentirse consumido por el tiempo, y si me apuras, al capitalismo o al consumismo como conceptos tan amplios que una versión vaga de mí mismo podría usar como comodín para culpar de todos sus males.
Le doy mucha importancia al tiempo, confieso. Nunca no sé qué hora es.
¿Tiene esto algo que ver con la hiper-productividad? Necesito que alguien me resuelva la duda. ¿Cómo de humano es no saber qué hora es?
— Espermatozoides haciendo cola —
Hay personas de distintos colores en el vagón, algunos de gris apagado (gris tiktok) y otros de un rojo fuego, dispuestos a leer en voz alta el texto que la Comunidad de Madrid ha puesto en el metro con tal de hacer reír a sus compañeros de asiento que desliza.
La culpa de ser parte de ‘la masa’ — término a todas luces tergiversable — es indistinguible. La meritocracia suele disolverse en el transporte público, al menos para la gente que luce apagada, sin que la razón esté clara ni siquiera tras la individualización. Mira alrededor tú mismo/a.
¿Qué ha traído a esa persona que mira desganada su móvil con Twitch hasta aquí? ¿Han sido sus malas decisiones y vagancia, o unas circunstancias complicadas?
Respuesta corta: todas. Respuesta media: es imposible medir la suerte.
Siempre me fascinó la inquietud como cualidad personal, pero me vi iluminado por la palabra sinergia cuando pude definirla como inquietud compartida entre seres despiertos.
Las únicas veces que me enamoré, for the record, lo hice de la sinergia.
La clave sobre la falta de atención que nos acecha está cerca, puedo olerla. Tiene algo que ver con que haya personas sean capaces de disfrutar sin tener a mano nada más de lo que tiene una persona que se queja.
Tiene algo que ver con las personas. No, no solo con las personas. ¿Con la actitud? No, no es solo eso.
Probemos quizás con esto: la identificación.
— Quiero ser joven y llevar el pelo gris —
Porque el pelo gris me parece cool, pero no estoy dispuesto a ser mayor. Hablemos de la identificación. La palabra identificación tiene un componente atencional, como puede intuirse tras la parafernalia anterior sobre el tiktok y el metro. Pero no termina ahí.
Escucha, te hablo a ti. Sé que prestar atención cuesta y el porno gratuito es la parte más dura de la democratización de internet. Lo comprendo, nos sentaremos a hablar de ello luego si quieres. Dedicar tu tiempo a algo que fluye no es sencillo y parece que la contemporaneidad está complicándolo todo más.
¿Has visto Her? En esa película Joaquin Phoenix dice que siente que sus emociones solo serán pequeñas versiones de lo que un día fueron, que parece que nunca sentirá nada nuevo ni más intenso. Sé que también tienes miedo a eso aunque no lo expreses, que no necesitabas palabras para sentir dolor. La identificación es pararse a pensar.
La identificación no es pensar, si no pararse. Darse cuenta.
Plantear la pregunta más básica que existe, la que usan los que pierden la memoria: ¿Dónde estoy? ¿Qué hago aquí?
No se puede actuar sin tener antes un mapa. Yo no puedo y tú ahora necesitas una teoría loca que comprar. Ese mapa es una pregunta.
¿Qué hago para que este trayecto de metro cobre sentido? Quizá darse cuenta sea suficiente para comenzar. Pronto, conscientes, se hará la transición a observar.
Sabemos de sobra que el hilo de atención se perderá pronto, pero esto no es un objetivo. Hay un cambio respecto a lo que te venden en los cursos de internet donde se habla con datos: aquí solo vamos a observar. No hay objetivo más que observar.
¿Qué actitud quiero tener cuando llegue al trabajo, a ver a mis padres, o al gimnasio? ¿Quiero seguir siendo una cara dura que no quiere que se comuniquen con ella, o puedo ser lo contrario? ¿Si es lo primero, por qué?
¿Qué decisión he tomado de manera predeterminada que me hace tener esta cara de vinagre?
Los hilos socráticos son infinitos, y la capacidad para comprar el discurso de un artículo de opinión de internet sin mayor contexto también lo es. Ahora bien: es gratis poner en práctica la autocrítica con preguntas que identifiquen partes de nuestra manera de actuar, pensar y proceder.
¿Significa esto que volveré a tener mi capacidad de atención intacta como cuando la he idealizado, y que me convertiré en todo lo que me proponga en el futuro?
Más bien no.
Significa que te comprometerás, como decía alguien más viejo que yo, con que los logros de la madurez sustituyan al potencial de la juventud.
Significa que llegarás al pelo gris cuando toque, ni antes, ni después.
— Mi cerebro está en obras —
Cuando las obras del piso de al lado por fin me dejaron dormir, me mudé a otro lugar — razones no me faltaban. Entonces, mientras escuchaba el silencio de los primeros días, llegó otro martillo.
Otra vez un cambio estructural al lado de mi pared, ruidos insoportables para quién trata de concentrarse (¿ves por dónde voy, verdad?) que no cesan por muy nervioso que te pongas. Puedes salir a dar un paseo, pero si cuando vuelves el vecino decide que están ahí, seguirán ahí. Y el descanso se resiente.
No sé cuando empezaron las obras en mi cabeza, pero me gusta darle vueltas a la teoría de que todas mis capacidades se ven afectadas por eso. No es una metáfora, es casi literal.
Tengo obras en la cabeza debido a los cambios que ha habido. Rupturas, mudanzas, trabajo, amigos, un libro sobre minimalismo, otro sobre estoicismo, personas nuevas.
Al margen de que estudio alemán y noto como mi vocabulario en español decrece por momentos, también tengo miedo de que mi capacidad de expresarme — igual que pasaba con la de concentrarse en leer — se esté resintiendo.
Miro al futuro con optimismo y miedo. Vamos a darnos un voto de confianza, una esperanza que de pasiva pasará a darnos protagonismo. Supón que en tu cabeza hay un martillo y un taladro, que alguien ha dicho que hay que cambiar la casa entera y que no dejan de hacer ruido.
¿Cómo te vas a concentrar con eso ahí?
Atento/a, ahora viene la parte en la que juzgamos.
Oye, ¿Por qué están esos elementos ahí? ¿Qué obras hay en mi cabeza que me quitan capacidad de atención y solo generan ruido?
Revisa las pestañas que tienes abiertas en el navegador, en el móvil, la cantidad de conversaciones que tienes al día, el contenido que tienes en lista de espera para consumir. Yo te voy dejando pistas.
Usa la identificación a tu favor. ¿Qué eres, qué te nubla, qué quieres ser?
— Y después de todo, la realidad —
Cuando llueve confundo mucho más a las señoras de entre sesenta y setenta años con mi vecina. Tiene una cara muy estándar y es difícil de identificar con capucha a campo abierto. Más allá de eso, creo que estoy empezando a poner en práctica lo que escribí arriba.
¿Cómo si no iba a prestar atención a las señoras con las que me cruzo?
Me gustaría encontrarme con un fantasma de mi pasado y tener solo diez minutos para ponerme al día. Creo que, en esa situación, hablaría de las cosas verdaderamente importantes.
Esa persona me preguntaría qué tal va la publicación de mi libro, yo le diría que tengo miedo de caer en topicazos y de ponerlo en mi perfil público de Instagram por miedo al qué dirán.
Ella, en vez de decirme “Deberías…” con tono amable, me plantaría un “Tienes que hacerlo, dime la fecha. Prométemelo o me meteré en la bañera con un tostador”. Y yo no quiero que se meta en la bañera con un tostador.
¿Qué hacer si ese momento nunca llega? Bueno, una pista. Identificación.
Una identificación que me recuerde que soy humano, porque lo que quiero es lo siguiente: quiero fijarme en lo que la gente dice, pero también en lo que expresa y siente.
Quiero escuchar lo que la gente dice cuando dice cuánto duerme y no estar pensando en responder con cuánto duermo yo para hacer la equivalencia válida.
Quiero una conversación, no un monólogo con dos intérpretes.
Quiero agarrarme a la silla como si fuera el Shambala porque todo lo que me cuentas me importa, sin quitamiedos en las curvas.
Quiero respirar cuando respire y ducharme cuando me duche. Hacerme preguntas que queden sin responder, pero que no me falte el coraje para dejar de hacer las preguntas que me duelen.
¿Dónde estás ahora? ¿Estás acaso vivo?
¿Por qué dirías que sí?
Hay canciones hechas para escucharse junto al mar, hay libros pensados para ser golpeados por la arena.
Ven, siéntate aquí, donde te indico.
Hay un sitio en el mundo hecho para ti.